El Vuelo del Fénix
205 Itsván Mészáros y la Libertad. Durante varias décadas a partir de allí Sartre continuó luchando con determinación y valentía apasionadas contra el peligro muy real de la imposición del infierno nuclear sobre la tierra. En todo ese tiempo las atormentadoras palabras de advertencia de Sartre so- bre los actos del Infierno traídos a este mundo por las personas, el ubicuo los demás , siempre se pudieron sentir tras sus infatigables pro- testas, incluso cuando no las formulaba directamente. Las impunes determinaciones del Estado continúan siendo res- ponsables también hoy de incontables actos del infierno, cuando es posible enredar y desenredar a voluntad justificaciones injustificables sobre ilimitadas contradicciones autolegitimadoras. De muchas ma- neras la reaccionaria Arabia Saudita feudal puede seguir bombar- deando, impunemente, incontables objetivos civiles en Yemen, inclui- dos los hospitales señalados claramente por la organización Médicos sin Fronteras, y son los “Estados democráticos” predominantes los que suministran el armamento destructivo infernal para tales actos del infierno, violando así sus propios compromisos internacionales. Y cuando eso queda claro en público, ellos replican cínicamente que no existe “evidencia suficiente” de que los sauditas utilicen las armas contra objetivos civiles. Los “Estados democráticos” pueden hacer tal cosa impunemente porque también son jueces y jurado sobre lo que se debería considerar, como lo define su propia opinión arbitraria, la evidencia suficiente. El mismo tipo de autocontradicción autolegitimadora puede pre- valecer por sobre las infernales armas de destrucción masiva en gene- ral. El complejo militar/industrial puede ser criticado en ocasiones, pero a sus productos altamente rentables –para los cuales el Estado aporta los fondos, provenientes de tasas impuestas sobre todo al pue- blo trabajador– no es posible presentarles desafíos importantes. Los estados dominantes no pueden considerar siquiera el abandono de esas armas. Hubo una vez en que un prominente político inglés de izquierda del Partido Laborista, Aneurin Bevan, declaró que él “no en- traría desnudo a la sala de negociaciones” –es decir, si se adoptaba el tan debatido asunto del desarme nuclear inglés como política del Par- tido– y por consiguiente la estaba rechazando como futuro Secretario de Asuntos Exteriores. Con ello Bevan estaba delatando la naturaleza reaccionaria de su dar por sentada la permanente desigualdad discri- minatoria política de las potencias internacionales. Y no se le podía considerar una excepción en ese respecto. En sus acuerdos interna- cionales los políticos de los estados dominantes acceden a reducir su arsenal nuclear en pocos centenares de bombas, y al mismo tiempo ordenan la fabricación de miles de ellas para su propio complejo mili- tar/industrial. Así muchos millares de tales armas nucleares están a la
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