El Vuelo del Fénix
EL VUELO DEL FÉNIX 204 sentimiento de impotencia absolutamente paralizante que parecía do- minar a las personas bajo las condiciones de guerra ostensiblemente incontrolable. Al principio pensaba ambientar la acción en un refugio antiaé- reo excavado bajo tierra, en el que las salidas de emergencia habían quedado bloqueadas. Pero entonces se dio cuenta de que en una situación como esa la fuerza de la solidaridad entre las personas enterradas en aquel refugio podía comenzar a entrar en acción, im- pulsándolas a trabajar juntas para hallar una salida . Y eso socava- ría el significado que Sartre intentaba trasmitir en su obra. Así que gracias a una percepción brillante, situó la obra en el infierno , de donde no podría haber ninguna escapatoria. Y así es como sonaba su mensaje intencionado en boca de una de las tres personas fatal- mente atrapadas: Sí, este es el momento. Estoy mirando esta cosa sobre la chimenea, y comprendo que estoy en el infierno. Se los digo, todo estaba previsto. Ellos sabían que yo me colocaría junto a la chimenea y golpearía este pedazo de bronce con todas esas miradas puestas sobre mí, de- vorándome. [ Se vuelve bruscamente ] ¿Qué? ¿Solo son dos? Pensaba que habría más. [ Se ríe ]. Así que este es el infierno. Jamás lo hubiera creído. Ustedes recuerdan todo lo que nos contaron acerca de las cámaras de tortura, el fuego y el azufre, la “marga ardiente”. ¡Cuentos de vie- jas! No hay necesidad de atizadores al rojo vivo. ¡El infierno son los demás! (Sartre) 9 Este fue el compendio final que subrayaba el inconciliable antagonis- mo entre las tres personas, cuya mala conciencia mutuamente ator- mentadora definía la relación infernal entre ellos mismos a través de sus intercambios en el curso de la obra, dándole su significado de pesadilla a las palabras remachadoras de Sartre: ¡El infierno son los demás! 10 Esas palabras se referían en general a los demás , quienquie- ra que fuesen, que habían traído la guerra sobre los otros y sobre sí mismos (y podrían también hacerlo en el futuro), comprometiéndose incontrolablemente en actos similares de atrapar en el infierno tanto a ellos como a los demás mediante sus propios actos. Sartre concibió esa visión en su perturbadora pieza pocos meses antes de que Harry Truman ordenase la destrucción instantánea de los habitantes de Hiroshima y Nagasaki, en nombre de la Democracia 9 Escena final de la pieza escrita por Sartre en la época de la Segunda Guerra Mundial 10 Véase en este respecto mi libro, Itsván Mészáros, 2012.
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