El Vuelo del Fénix
EL VUELO DEL FÉNIX 202 tiva – y también la salvaguarda de dicho orden, en contra de la restau- ración de los intereses creados, materiales y políticos, del prolongado pasado de explotación de clase, resulta imposible asegurar la salida del ciclo histórico del capital. Antes de poder asegurar un orden de igualdad sustantiva es ne- cesario rectificar todas esas cosas incluso en el mundo de las ideas. En ese respecto centremos nuestra atención en la dimensión crucial- mente importante de la reestructuración social que envuelve directa- mente al problema de la igualdad sustantiva. Porque incluso uno de los grandes filósofos idealistas de toda la historia, Hegel, pudo ignorar la demanda de igualdad en favor de los intereses creados, disfrazados con palabras como estas: Los hombres son hechos desiguales por la naturaleza , en la que la des- igualdad está en su elemento , y en la sociedad civil el derecho de parti- cularidad está muy lejos de anular dicha desigualdad natural que ella misma produce sin pensarlo y lleva hasta una desigualdad de destrezas y recursos [riqueza], e incluso a una de realización moral e intelectual . Oponer a ese derecho una demanda de igualdad constituye una in- sensatez del Entendimiento que toma por real y racional su igualdad abstracta y su ‘deber ser’ (Hegel, [ The philosophy of right ] 130). En verdad la realidad contradice todo cuanto aquí afirmaba Hegel acerca de la desigualdad de la naturaleza en relación con los seres humanos. Ciertamente en la naturaleza hay gran evidencia de que existe la diferencia , pero convertir la diferencia de la naturaleza en desigualdad humana resulta reveladoramente arbitrario, cuando son las instituciones sociales las responsables de esta. Pero la injustificable legitimación ideológica hegeliana de la desigualdad social establecida históricamente en nombre de la naturaleza misma se presenta porque, en el transcurso de la turbulencia de la Revolución Francesa, algunas fuerzas sociales estaban ejerciendo fuerte presión para ello. Es eso lo que Hegel tenía que rechazar, con reclamación categórica, en nombre de la validez absoluta de las categorías filosóficas. A diferencia de los antagonismos específicos de la Revolución Francesa, siglo y medio antes, para el momento en que Thomas Hob- bes estaba escribiendo su Leviatán , la demanda de la igualdad sustan- tiva no podía aparecer con su poderoso desafío social en la agenda histórica. En la concepción filosófica hobbesiana no había necesidad de asumir una posición retrógrada respecto a la igualdad y enrolar a la naturaleza pretendidamente a favor suyo. Por el contrario, Hobbes pudo, por razones filosóficas específicas propias, dejar absolutamente en claro su visión de la plena consonancia de la naturaleza con la igual- dad humana. Estas fueron sus palabras
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