El Vuelo del Fénix
EL VUELO DEL FÉNIX 200 subordinación total al estado recientemente dominante. Ese tipo de absurdo reduccionismo político resulta apropiado tan solo para al- guna fantasía imperial seudoteórica. En el mundo realmente existen- te toda modalidad de reproducción metabólica social tiene definidos objetivamente sus límites históricos en términos trascendentales inte- grables. Es en ese sentido trascendental fundamental que el ciclo his- tórico del sistema del capital en su conjunto se está cerrando peligro- samente en nuestro propio tiempo. Y este cierre tiene implicaciones objetivas de largo alcance para todos los Estados , independientemente de su tamaño o de su posición más o menos dominante en el orden internacional, incluidas todas las variedades conocidas y factibles del sistema del capital poscapitalista. Los políticos en la cúspide de la pirámide establecida del Estado tienden a repetir su opinión de que no hay ninguna alternativa . Mar- garet Thatcher y Mikhail Gorbachov lo hicieron al unísono, hasta que tuvieron que darse cuenta de que, después de todo, había una alter- nativa para ambos 8 . En cierta medida esta aseveración de que no hay alternativa resulta ser verdadera, aunque no de la manera que presu- men los políticos de alto rango, sobre la base de la posición definida (y confinada) institucionalmente. Bajo las circunstancias del obligado cierre del ciclo histórico del capital, los cambios en este respecto re- sultan de fundamental importancia. La función primaria de la forma de control social político/militar articulada institucionalmente ha sido durante muchos siglos la pro- tección y el refuerzo del orden metabólico social establecido, del cual formaba parte integral, tanto constitutiva como autoconstitutiva. Por eso los intentos periódicos, hechos en el pasado para alterar radical- mente ese orden metabólico, tenían que asumir de partida la forma de algún tipo de derrocamiento revolucionario del propio marco político/ regulador establecido. Porque tenían que tratar de abrirle las puertas, por así decirlo, a las relaciones de clase sociales/materiales mismas, desde las revueltas de esclavos y los levantamientos de los campesinos a las revoluciones francesa, rusa y china. Sin embargo, la consolidación de sus éxitos iniciales probó en general ser muy limitada. Tenía que ser así porque la inercia de las determinaciones estructurales heredadas –de las cuales la propia for- ma política institucionalizada formaba parte integral, dada su incrus- tación estructural jerárquica– militaba activamente contra el éxito duradero. Por eso el desarrollo histórico muestra la muy conocida tendencia de tales intentos revolucionarios de virar hacia alguna for- 8 Véase en este respecto los epígrafes al comienzo de la parte dos de mi libro Més- záros, 1995
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