El Vuelo del Fénix
EL VUELO DEL FÉNIX 198 “cuando se le preguntó quién fue el más grande de los capitanes de la época, el propio Duque de Wellington, respondió: ‘En esta época, en épocas pasadas, en cualquier época: Napoleón” (Longford, 1972:413 en Roberts, 2014:809). Más aún, el Código Napoleón, que él instituyó en Francia en 1804, le dio una gran ventaja sobre sus rivales respecto a quién fue el más consistente en la eliminación del remanente feudal en el terreno del derecho. Pese a ello, en 1812 Napoleón emprendió la desastrosa aventura rusa y fue responsable de la aniquilación casi total de su propio ejército. Además, incluso trató de restaurar la escla- vitud en las colonias francesas en Latinoamérica como una manera de asegurar la victoria militar, aunque semejante designio social absur- damente retrógrado resultaba sin duda contradictorio con su propia concepción de la Ilustración política. Miles de años antes Alejandro Magno parecía siempre ser in- vencible. No obstante, él también asumió riesgos extremos que casi destruyeron su ejército. Eso ocurrió cuando había elegido seguir un derrotero a través del desierto de Makran, aunque existían otras alter- nativas, y tuvo que sufrir pérdidas casi catastróficas. Al final, Después de sesenta días en el desierto, los sobrevivientes […] habían visto morir a miles a su alrededor, quizá la mitad de sus camaradas soldados y casi todos los seguidores del campamento. De las 40 000 personas que lo siguieron al desierto, tan solo 15 000 habían sobrevi- vido hasta ver Kirman. Todas estas cifras son meras conjeturas, pero expresan fielmente las condiciones en que se hallaban los seres huma- nos. Hay consenso general en que ni siquiera la suma total de las bajas del ejército en Asia merece una comparación con las penurias sufridas en Makran (Fox, 1975:398-399). Y esta no es toda la historia. Porque en el transcurso del desarrollo histórico real hasta nuestro tiempo algunas condiciones han cambia- do radicalmente en este respecto, pero en modo alguno para lo mejor. Alejandro Magno y Napoleón casi aniquilaron a sus propios ejércitos mediante la escogencia de acciones que les hicieron ir temerariamen- te mucho más allá del poder que presumían poseer. Pero no pudie- ron hacer nada peor. Hoy la situación ha empeorado enormemente. Porque independientemente del bando de la confrontación social que pueda representar el personal al mando –progresista u ominosamente retrógrado– su ir más allá de las propias posibilidades es capaz de lle- var a la destrucción a la humanidad entera, y potencialmente incluso a las condiciones de la vida en este planeta en su totalidad . Esto está lejos de constituir un peligro hipotético. En 1962/63 el líder soviético Nikita Khrushchev instaló en Cuba los avanzados misi- les balísticos de su país, capaces de hacer llover ojivas nucleares sobre
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