El Vuelo del Fénix

197 Itsván Mészáros ble del espíritu del mundo . De esa manera hasta el más irresponsable de los actos ejecutados por ellos resulta ser responsable e incluso ideal , porque le da vida a la fase histórica mundial de eventos y desarrollos requerida, así como a sus encarnaciones objetivas. Las formas e instrumentos institucionales particulares mediante los cuales los personajes históricos del mundo tienen éxito o fraca- san –en el caso de los tres individuos nombrados en la última cita de Hegel, Alejandro, César y Napoleón, que actúan dentro de la forma institucional particular del estado antagonista a través del cual ellos afirman su propio rol– ni siquiera son mencionados, y mucho me- nos criticados por el gran filósofo alemán, porque ya se ha dicho que ellos mismos constituyen los instrumentos, no de una formación de estado en particular potencialmente objetable, sino del propio espí- ritu del mundo cuyo designio final es la institución del éticamente insuperable (y por consiguiente absolutamente inobjetable) estado germánico. Un estado que no puede ser considerado como un instru- mento en su sentido humano. Porque se dice que es algo tan digno de exaltación como “la Idea Divina existente en la Tierra” (Hegel, [ The philosophy history ] 39). El gran problema en este respecto es que en el mundo realmente existente el requerimiento de acción militar exitosa en beneficio de la formación de estado antagónica particular representada por su perso- nal al mando, tarde o temprano los induce, como tomadores de deci- siones –es decir, como personajes históricos del mundo de Hegel– a correr riesgos extremos e ir más allá de su propio poderío en aventuras peligrosas, hasta que un poder de estado de mayor envergadura se en- frenta violentamente a sus esfuerzos. Antes de esa colisión fatal parece no haber ningún límite para su poder de mando. Tienen que atreverse a correr incluso los riesgos más extremos, no porque “su única razón de ser es llevar a cabo la pasión de su amo” sino porque así lo dicta el imperativo de estado objetivamente requerido de triunfar en beneficio del estado que ellos comandan, y vencer a su adversario o enemigo gracias a las estrategias extremas escogidas. El personaje histórico del mundo más cercano a nuestro propio tiempo, Napoleón, fue in- dudablemente una figura histórica descollante. Winston Churchill lo caracterizó como “El más grande de los hombres de acción nacidos en Europa desde Julio César” (Churchill, IX). En verdad él fue mucho más que eso. Era un gran líder militar y comandante, y también un genio de la organización, con su propia visión personal del Estado. Napoleón resultó victorioso en 58 de las inmensas confrontaciones militares que libró, a menudo contra fuerzas muy superiores. Hasta su rival militar inglés, que al final lo derrotó en Waterloo gracias a que contaba con unidades militares mucho más poderosas de su lado,

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