El Vuelo del Fénix

EL VUELO DEL FÉNIX 196 capital encontramos poderosos intereses creados, inseparables del modo de control característico del Estado-Leviatán. En este respec- to los llamados al cambio racionales resultarían muy ingenuos. Los poderes de toma de decisiones afianzados estructuralmente tienden a recurrir al aventurerismo cuando no pueden prevalecer por otra vía. La evidencia histórica de incontables siglos tiende a confirmar que los estados rivales responden de esa manera a los desafíos fundamentales cuando los riesgos aumentan. 4. En relación con el inevitable aventurerismo del Estado-Leviatán, es importante distinguir entre el aberrante imperativo de las funciones de mando del Estado impuestas por necesidad en situaciones peligro- sas y el papel de su implementación por parte del propio personal al mando. Como lo hemos mencionado, en los recuentos filosóficos idea- listas del desarrollo histórico, ejemplificados por el más monumental de ellos, concebido por Hegel, el personal al mando del Estado tiende a asumir un papel un tanto misterioso, bajo el exaltado nombre de personajes históricos del mundo –como Alejandro Magno, Julio César, Lutero y Napoleón, alabados repetidas veces por Hegel– y son instru- mentos que el espíritu del mundo utiliza astutamente para su propio designio y propósitos, y permanecen ocultos a los individuos históri- cos involucrados. En su caracterización paradójicamente infeliz de esas figuras his- tóricas Hegel nos dice que Ellos no llegaron a disfrutar de la calma; su vida entera fue de esfuer- zo e infortunio; su única razón de ser fue llevar a cabo la pasión de su amo. Cuando alcanzan su objetivo caen como cáscaras vacías, sin nuez. Mueren pronto, como Alejandro; son asesinados, como César; enviados a Santa Elena, como Napoleón (Hegel, [ The philosophy of history ] 31). Sin embargo, la interrogante de por qué los personajes históricos del mundo deben sufrir un sino infeliz en sus diferentes circunstancias históricas permanece envuelta en completo misterio. La aseveración de que han cumplido los designios ocultos del espíritu del mundo y por consiguiente pueden “caer como cáscaras vacías, sin nuez” parece ser consabidamente válida por definición , gracias a la naturaleza misma de los designios explicativos de Hegel. Los personajes históricos del mundo no pueden tomar malas decisiones porque hasta cuando las toman desastrosamente malas, al hacerlo, incluso si su acción condu- ce al desastre, en realidad están llevando a cabo el propósito inobjeta-

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