El Vuelo del Fénix

193 Itsván Mészáros extrema no pueden ser utilizadas bajo las condiciones de la destruc- ción potencialmente total de la humanidad en este planeta. Ese precio resultaría excesivamente alto incluso en términos de los requerimien- tos de racionalidad más elementales. Propugnar la destrucción mutua asegurada o su alternativa de absurda fantasía, el primer golpe victorioso, como la disuasión auto- mática postulada constituye una estrategia fundamentalmente irra- cional. Su sola y única racionalidad servil consiste en promover los inmensos intereses creados del complejo militar/industrial, en las me- morables palabras del general Eisenhower. La alternativa requerida y factible a la destrucción mutua asegurada solo puede ser la elabo- ración de un orden metabólico social cualitativamente diferente. Un orden nuevo que no esté abrumado por la carga de antagonismos sis- témicos debidos a intereses creados. La operación de tal metabolismo social cualitativamente diferente es la única vía para poner bajo con- trol las hoy amenazadoras armas de destrucción masiva y en su debi- do momento eliminarlas de un todo. En cambio, la incompatibilidad radical de ocuparse de las causas del antagonismo dentro del orden económico y político establecido, en vista de sus determinaciones sis- témicas insuperablemente antagónicas, señala el cierre obligado del ciclo histórico del capital. Otra determinación literalmente vital en escala global concierne a los recursos materiales limitados de nuestro planeta. Naturalmen- te, esto constituye también un desarrollo histórico, cumplido gracias a la propagación en la totalidad del globo, hoy habitado por más de siete billones de personas, del modo de producción industrial capita- lista cada vez más avanzado, a diferencia de un pasado tan reciente como lo fue el período que antecedió a la Segunda Guerra Mundial. Hoy resulta inevitable considerar la satisfacción de las necesidades de cuatro inmensos complejos económicos capitalistas –Estados Unidos, Europa, China e India– a diferencia del pasado pocas dé- cadas atrás, cuando un puñado de países capitalistas dominantes podían obtener enormes beneficios para sí mismos de los recursos materiales y servicios del “mundo subdesarrollado”, al que trataban como territorio presuntamente legitimado de su propia expansión. Como resultado de esos cambios ahora las clases trabajadoras de China e India también han comenzado a exigir una cuota menos miserable de sus propios productos para su uso personal, y no como en el pasado. Naturalmente, de todo este complejo de problemas los apologis- tas del capital solamente le prestan atención a la necesidad tan in- crementada de los limitados recursos materiales del planeta, y ello incluso de una forma burdamente distorsionada, bajo la etiqueta

RkJQdWJsaXNoZXIy MTA3MTQ=