El Vuelo del Fénix
187 Itsván Mészáros territorios de Indonesia y China, al igual que sus colonias en el norte de África. 1 Así que el presidente Roosevelt creía que ponerle punto final a los imperios tradicionales crearía las condiciones para un desarrollo económico saludable a todo lo largo del mundo. E imaginaba un li- derazgo norteamericano no nacido de la dominación colonial/militar sino gracias a la virtud de las características inherentes de los princi- pios contenidos en el tipo de desarrollo económico estadounidense, orientado por la pretendida “libertad de la competencia desleal y la dominación de los monopolios locales o foráneos”. Ya en la cercanía de la culminación de la exitosa expansión del país bajo el new deal to- davía hablaba en términos altamente positivos acerca del papel des- empeñado por el “destino” de este modo: “una civilización mejor que cualquiera que hayamos conocido aguarda a Norteamérica y quizá, gracias a nuestro ejemplo, al mundo entero. Acá el destino parece haber estado poniendo el ojo en nosotros” (Roosevelt, 1947). Sin embargo, por el contrario de tales expectaciones los desa- rrollos que sobrevinieron a la guerra –para el tiempo en que ya había muerto Roosevelt– trajeron consigo no la “libertad de la competencia desleal y la dominación de los monopolios locales o foráneos”, sino la afirmación de las nuevas relaciones de poder del imperialismo continuado bajo la dominación norteamericana. Bajo esas condicio- nes la economía mundial se caracterizó por la preponderancia de la más inicua tasa de explotación diferencial de la fuerza de trabajo global, que hace que en la economía de Estados Unidos, mucho más avanzada, el trabajo ocupe una posición considerablemente mejor en ese respecto. El historiador y pensador político filipino Renato Constantino nos proporciona un impactante ejemplo de este modo de explotación atroz, que impone en su país los salarios pasmosamente bajos de la tasa diferencial. Estas son sus palabras: La Ford Philippines, Inc., establecida recién en 1967, figura ya [cua- tro años más tarde] en el puesto 37 de la lista de las 1000 corpora- ciones más grandes en Filipinas. En 1971 reportó un rendimiento de los fondos propios de 121,32 %, mientras que el rendimiento de los fondos propios en 133 países en el mismo año fue solo del 11,8 %. Aparte de todos los incentivos extraídos del gobierno, las altas ganancias de la Ford se debieron principalmente a la mano de obra barata. Mientras en Estados Unidos la retribución por hora traba- jada para la mano de obra calificada en 1971 fue casi de $ 7.50, la 1 Véase: Carta de Roosevelt a Cordell Hall del 24 de enero de 1944, en: Roosevelt, 1947
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