El Vuelo del Fénix

143 Juan José Bautista Segales comprensión de la realidad en general, sino que también produjo ra- cionalmente una forma muy sofisticada de dominación en términos de colonización tanto de la realidad en general como de la subjeti- vidad del ser humano, esto es, no solo la hizo concebible, aceptable y hasta deseable, sino que ahora aparece cuasi como naturalmente humana. Si bien es cierto que este proceso empezó en el principio recurriendo a la violencia absoluta, ahora ha desarrollado un siste- ma de argumentación cuya violencia y dominación aparece como parte natural de la realidad. Por ello es que ahora se puede decir que la racionalidad moderna se constituyó constitutivamente como colonial y de dominio. La crítica al carácter dominador de la ra- cionalidad moderna comenzó con la primera Escuela de Frankfurt, pero, la crítica al carácter conquistador, colonial o colonizador de la modernidad recién apareció a fines del siglo XX, precisamente en América Latina. Uno de los componentes centrales de la colonialidad de la mo- dernidad es su carácter intrínsecamente eurocéntrico. No solo por- que el proyecto de la modernidad como forma de dominación haya nacido en Europa, sino porque su desarrollo implicó desde el prin- cipio la afirmación de lo europeo de Europa (y ahora EUA) a costa del encubrimiento, de la negación sistemática y de la destrucción de toda otra forma de vida, de cultura y civilización distinta de la europea y moderna. Por ello es que en última instancia, creer en el proyecto de la modernidad implicaba e implica aún, creer que Europa es de modo innato, superior a cualquier otra cultura o for- ma de vida. O creer que solamente a partir de las fuentes cultura- les e históricas europeas (y ahora Norteamérica) se puede producir lo que se llama ciencia, civilización, cultura o humanidad. Esto en contraposición devino casi siempre en la negación cuasi nihilista (como posibilidad de desarrollo) de todo lo que no era o es, euro- peo o moderno. Esto es, quien en el intento de desarrollar parte del ser humano, o la humanidad en general, parte como presupuesto de los fundamentos de la modernidad, inevitablemente terminará negando, encubriendo o condenándolo al pasado, todo lo que no es moderno, europeo u occidental. Este fue y sigue siendo en parte el drama del marxismo del siglo XX cuando éste se inspiró cuasi única y exclusivamente en las experiencias revolucionarias y teóricas de Europa y casi nunca en la memoria, historia y cultura propia de países no europeos cuando quisieron impulsar procesos de revolución o transformación. Este marxismo centrado en el núcleo histórico de Europa, como crítica del carácter depredador y explotador del capitalismo, cuando limi- tó su crítica a este último, dejando intacta a la modernidad como su

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