El Vuelo del Fénix
117 José Guadalupe Gandarilla Salgado bargo, pareciera que las tendencias hacia una racialización del con- tingente humano (al establecimiento de una divisoria que se estruc- tura alrededor de la pigmentación de la piel) desplegó formas más sólidas y profundas de clasificación entre las gentes, así los parias del mundo, los condenados de la tierra ejemplifican una tendencia clara de la corpopolítica (de más de cinco siglos de duración). La propen- sión a “devenir-negro del mundo” (Mbembe, 2016); los niveles micro y macro del racismo global, integran en sus secuelas la biopolítica y el fascismo clásico, como una de las caras o facetas de la disposi- ción ontológica a negar al otro, y hasta exterminarle, de no encontrar acomodo bajo el esquema de blanquitud social que se ha impuesto. La historia de este régimen clasificatorio que postula marcadores de poder que se fijan a la línea de color ha visto emerger, en consecuen- cia, formas todavía más perversas de necropolítica. El mundo nos ha colocado, entonces, en esta especie de permanente estado de ex- cepción, en tanto que los instantes de peligro se multiplican en la geografía entera del mundo: devenir-hispano en los Estados Unidos, o peor, devenir-mexicano ante Donald Trump es tan riesgoso como devenir-musulman en Francia y en la Europa de la Islamofobia, como lo es devenir-indio en algunos de los emplazamientos neoliberales de nuestras patrias criollas que aspiran a exterminar a nuestros pueblos originarios, oficiosos en imponer su programa de apropiación terri- torial y de extracción ilimitada de recursos del subsuelo, bosques o mantos acuíferos. El infierno, pues, está en la tierra, en la lejanía que es abismalidad (Sousa Santos, 2009) y promoción de la indiferencia. La no intencio- nalidad de la acción de sujetos privados atomizados, engreídos en su vocación de consumo y enclaustrados en los simulacros de su partici- pación ciudadana no hace sino reciclarlos como alimento del mons- truo. En definitiva la modernidad/colonialidad, en su relación con el modo de producción capitalista, se edifica como una peculiar interre- lación de sus espacios y una muy específica dialéctica de sus formas: tanto el sujeto como las comunidades y los entornos naturales son un afuera que está dentro, configuran un margen que el capital pretende separar, pero que lo integra en sus bordes fronterizos (Mezzadra y Neilson 2017); caminamos, pues, en condición de alta vulnerabilidad, como por encima de una tensa soga en este permanente siglo xvi que es el capitalismo mundial, que ha edificado lo bueno y lo malo de la modernidad establecida. Todavía tenemos, pues, mucho por criticar y seguimos nece- sitando renovadas incursiones para disponer de una nueva teoría crítica acorde a los urgentes problemas de nuestro presente, quizá desde el marxismo se pueda prescindir de los aportes del posco-
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