El Vuelo del Fénix

EL VUELO DEL FÉNIX 114 son un resultado de la lucha, en varios sentidos, en primer lugar, porque son proposiciones terminológicas en las que se desatan los nudos problemáticos de un tiempo histórico y, tal vez por ello mis- mo, al estar atrapados en dicha historicidad, son también expresión del modo en que se amarran o se bloquean los conflictos irresuel- tos. De ahí que Marx los llegue a destacar explícitamente de ese modo, tanto en la faceta temprana de su acercamiento a la econo- mía, cuando en los Manuscritos Económico Filosóficos afirme que el salario expresa la lucha entre capital y trabajo, o en su fase militan- te, cuando en su exposición a los obreros (en Trabajo Asalariado y Capital ) diga con más generalidad que las categorías económicas son expresión de magnitudes sociales , o en sus escritos definitivos, en el cierre inconcluso de El Capital , cuando la problemática de las clases es captada desde una vuelta problematizadora a la llamada fórmula trinitaria, que no es sino la expresión dominante y normalizado- ra de la vida suelta al predominio de la sujeción fetichista al Dios moderno, el del capital (valor que se autovaloriza en su proceso de agigantamiento) y sus fantasmagorías. Este aspecto, es cierto, no está ajeno a dificultades, de ahí que el salto intelectivo en la problemática esclarecedora de génesis y estructura en la crítica de la economía política, configure una tra- yectoria pendular que muestra de un lado la cuadratura lógica de la “forma mercancía”, con la que se inicia El Capital , hasta su segunda redacción, y la reconstrucción necesaria que ha de hacerse desde los indicios dispersos en el amplio conjunto del corpus marxiano para llenar las exigencias de lo histórico-específico que bosquejaría el contenido de la “forma mercado mundial”, o por mencionar otro girón vivo de la polémica, la propia condición intermedia en que ahí se ubicaría el Estado, en cuanto “forma general”, y del cual Marx prometió ocuparse en el cuarto de sus seis libros, pero la vida no le dio el respiro suficiente para llevar a buen término lo proyectado. Esa sería una de las condiciones por las que finalmente, en la publi- cado por Marx, éste se explaye, hasta con exceso de refinamiento, en el aspecto dialéctico negativo y demoledor de la crítica, por el contrario, para fastidio de los espíritus prácticos, se hecha en falta que en simetría no se ofrezca, vaya, ni siquiera se prometa, bosquejo alguno o mínimo de la forma social que habría de sustituir al modo de producción capitalista (salvo lo escrito, como excepción que con- firma la regla, en la Crítica al programa de Gotha , y en las escasas páginas de El Capital en que se prefigura el “reino de la libertad”). Y es que ahí, como en ningún otro escenario, entraríamos de lleno al aspecto constructivista del discurso: esas categorías (anti o post ca- pitalistas) han de ser construidas, se ha de llegar a ellas, en el fragor

RkJQdWJsaXNoZXIy MTA3MTQ=