El Vuelo del Fénix
113 José Guadalupe Gandarilla Salgado y que lo viene haciendo, en fases diferenciadas, desde el siglo xvi , y que colonialmente ha garantizado la extensión del mercado interior de los estados poderosos, con un costo creciente, el del sometimiento y el ensombrecimiento de toda prospección soberana o autodeter- minativa de los estados periferizados que intentaran o amenazaran con intentar romper las correas que maniatan al sistema. Dicho de otro modo, la querella actual del sujeto-capital y el contingente de los productores, no es sólo por la disposición del excedente (y por la construcción de hegemonías sobre la base de cómo y hacia dónde ca- nalizar su distribución) sino que éste es ya un resultado secundario de un arco de luchas en que lo que está en juego es la persistencia de un proyecto (el neoliberal, como fase más reciente del capitalismo), que busca acorralar a tal punto (el de su extenuación, cuando no de su exterminio) al trabajo vivo y a sus valores de uso, y someterlos al predominio indisputado de la forma mercancía, remate definitivo del plexo de relaciones sociales en que el objeto producido asume expre- sión completa de “jeroglífico social”, en los términos del Marx de los Grundrisse , si en eso consiste el enigma de la modernidad, por ello es que la misma se exhibe como un laberinto del que nunca se sale. De ahí que, en la inconclusa obra de Marx (y en el discurso del comu- nismo que ahí se anuncia), reposa también un cierto mensaje, el que puede ir descifrando las claves de ese jeroglífico: la interconexión de productores y consumidores que es guiada en el capitalismo por el exclusivo afán de enriquecimiento de unos cuantos puede adquirir otro significado, no en automático, desde luego, pero sí con carácter contingente, justamente aquél que reposa en la posibilidad de ser activado por el trabajo vivo que se rebela, el que provendría del as- pecto comunicativo novedoso que aunque pareciera ausente está ya presente en la materialidad de los valores de uso, en la coordinación genuina y consciente del trabajo social cuando sus hilos se tejan de otro modo, cuando sus derivas echen a andar otras significaciones, las de una producción que se sujeta a otro arreglo social, el de los productores (sujetos emisores y receptores de otro tipo de mensaje, ajeno al de la ganancia, al de la acumulación insaciable de capital) que se toman en serio la tarea de obrar conscientemente regulando sus fines (que no pueden ser otros sino los del aseguramiento de la producción y reproducción de la vida material de los productores y consumidores), y sometiendo a ello sus medios. Nuevas instancias de debate, nuevas proposiciones analíticas La fineza esclarecedora de los conceptos (en que se sintetiza filosófi- camente la época, como querría Hegel), deriva de que ellos mismos
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