El Vuelo del Fénix

111 José Guadalupe Gandarilla Salgado dos que han naturalizado la dominación/explotación y apropiación puesto que actúan cual mayorías permanentemente expuestas a dosis de desinformación, a intervenciones mediáticamente suministradas. Lo sorprendente es que esto no es algo que descubra Foucault, sino que ya está subyacente al examen que del capitalismo hizo Marx. Así, sin efectuar un gran salto, tendríamos también los basamentos para operar con la analogía lacaniana entre el develamiento de la plus- valía y del plus-de-goce, justo en tanto mecanismo que impide salir de la cárcel del capital, o incluso como un aporte a desarrollar desde la plusvalía (económica, por decirle de un cierto modo) a “la plusvalía ideológica”, como gustaba decir el marxista venezolano Ludovico Sil- va, o el teólogo brasileño Hugo Assmann. Esos agregados simbólicos y fantasiosos son justamente la suma de plus que van fortificando el dominio del capital y el desencanto, cuando no la pretendida muerte plena del sujeto, que ya bajo el predominio de un mundo enajenado y en guerra simbólica (Buen Abad, 2012), promueve con ello el achi- camiento de la política, la esfera de la política ha de definirse, para el sujeto, por los espacios en los que decide lidiarse, por los poderes con los que decide medirse, y por los terrenos en que cada uno de nosotros opta por comprometerse. La suma de hechos que registran nuestra participación y nos distinguen como entes activos, revelan el calado de nuestra condi- ción de zoon politikon , por intermedio de esas marcas que testimo- nian nuestro paso por el mundo comparecemos al terreno de la po- lítica, nos sometemos a sus códigos, explícitos en la ley o implícitos en las costumbres, creemos emitir mensajes pero en rigor somos hablados en la condición léxica de lo presente. Nuestras decisiones se plasman en registros que impactan en los días mundanos (en los que parece que nada cambia y todo se reproduce en normalidad), como en los extraordinarios, aquellas épicas jornadas de la historia en las que se comprime el tiempo y se abona a períodos de mayor espesor social. Lo que se juega, entonces, en la reivindicación de los entra- mados comunitarios, es la posibilidad de oponer las bases de otra política al sujeto-capital y su política (separada y fetichista) que es la que promueve la forma de vida moderna, el nuevo arreglo social del mundo. Cuando la causa emancipadora llega a unificar sus fuer- zas o tiene un ímpetu tal como para tocar los intereses de los pode- res instituidos (según los marcos de la lucha ahí comprometidos) el campo de los privilegiados no ha de quedarse quieto, su reacción será en correspondencia y puede llegar a invocar no solo la expre- sión contundente de poderes locales sino a convocar en su ansia de expiación al ejército disciplinante del déspota del sistema total (que

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