El Vuelo del Fénix
109 José Guadalupe Gandarilla Salgado esto es, la persistencia y ampliación de la apariencia determinada del capital que no es solo apropiación del mundo sino acumulación cada vez mayor de fuerza y poder. Este proceso se da de la mano del enlace y despliegue de la objetivación y separación del valor, esto es, del predominio del objeto, cosa, valor y que no se detiene en ello, sino que consiste en un proceso paulatino y magnificado de sustitución de las personas y de sus entramados comunitarios por la cosa como entidad que se dota de vida, esto es, como instancia que se eleva a protagonista del proceso y que ahí expone la tensión constante, moderna, ante la que estamos concurriendo hace siglos, la de la consagración del valor que se valoriza, como sujeto (auto- mático) del proceso en su conjunto. Marx lo llega a sintetizar de manera inmejorable: El valor pasa constantemente de una forma a otra, sin perderse en ese movimiento convirtiéndose así en un sujeto automático, [...] el valor se convierte aquí en el sujeto de [este proceso] [...] [en] sujeto dominante. [...] El valor, pues, se vuelve valor en proceso, dinero en proceso, y en ese carácter capital (Marx, 2009b:188-189). Corresponde, en efecto, no a una mera situación paradójica, sino a una condición atribuible a la dialéctica que rige el sistema en el que vivimos el hecho de que así como el universo del intercambio mercan- til presenta un mundo de intercambios de equivalentes, de igualdad formal ante el mercado, en el que los sujetos depositan su voluntad en la cosa, de igual modo su carácter de sujeto ya viene con una carga que se hace invisible, que se ha vuelto imperceptible, “la persona se cosifica y la cosa se personifica”, el sujeto en la suma de sus actos, de sus decisiones y de sus renegaciones comparece siendo él ya un ins- trumento de una “flagrante y gigantesca empresa de fetichización de la realidad” (Grüner, 2013:39), toda vez que la figura de la persona en la sociedad moderna no es que se haya desdibujado sino que los trazos que su imagen demanda en ese marco que le contiene son los de una condición que se nos presenta como eterna (incambiable), deshisto- rizada (que anula a la vista el proceso histórico que le produjo, las condiciones históricas que le crearon) o naturalizada (obediente a los postulados del mundo de lo civil). Las formas, entonces, de manifes- tación de esta máscara económica, o jurídica que portan las personas en los momentos del concepto de capital de los que son parte revelan su sentido en procesos profundos, determinados, que ocurren o están situados detrás de ellos, por ello Marx insiste en revelar, en quitar el velo, a las fuerzas compulsivas de los hechos (de las fuerzas económi- cas, estructurales), que actúan a espaldas de los productores.
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