El Vuelo del Fénix

EL VUELO DEL FÉNIX 106 individual, en tiempos de Marx, o la sicopatía hecha sistema en la actual “gran corporación” y sus complejos organizacionales), de ahí la urgencia por rehabilitar en su sentido anti fetichista la onceava tesis, en tanto transformar el mundo significa sospechar del embrujo de las abstracciones reales y quebrantar el mandato de las objetividades es- pectrales: “arránquese este poder social a la cosa y devuélvaselo a las personas sobre las personas”. No fue otro el proyecto de Marx, y por eso su legado (imaginado como un todo artístico) sigue siendo una obra maestra desconocida. El lugar que el nuevo arreglo del mundo le reserva al existente humano, será evocado por Charles Baudelaire, como no podía ser de otro modo, a través de una figura alegórica, dice el poeta parisino, contemporáneo de Marx como hemos dicho, “una vela estremecida en el horizonte que, por su pequeñez y su aislamiento, imita mi irre- mediable existencia” (Baudelaire, 1990), ante ella se erige con po- deres antes inimaginables un mundo que para el infatigable flâneur sintetiza un vuelco insospechado “todas esas cosas piensan por mí y yo pienso por ellas” (el uso de la preposición “por”, parece enunciar en lugar de sustitución, la noción de pasaje, “a través de”: podríamos decir, entonces, “esas cosas piensan por mí y yo pienso a través de ellas”), Baudelaire, en una especie de adelanto a lo que Marx llamará “fetichismo mercantil” parece detectar, sin embargo, cierta conten- ción en este dominio de las cosas, si las “cosas piensan por mí” lo hacen, no obstante, por ahora, “musical y pintorescamente” todavía “sin argucias, sin silogismos, sin deducciones” (Baudelaire, 1990). Con el adelanto de los siglos y respecto a lo dicho por Baudelaire, podemos aventurar que quizá ahora sí estemos llegando a la fase culminativa de esos iniciales procesos y, entonces, la aspiración de que la máquina social corporativa crea cosas que en efecto piensan por uno, y de las que uno no es sino un engranaje más, se estaría verificando ante nuestros ojos, el ser humano deviene una “máqui- na deseante” más (como argumentarían Deleuze y Guattari). Marx, como buen lector de Goethe retoma de éste la indicación de que “a la postre de criaturas dependemos que nosotros mismos hicimos” (citado en Kraus, 1977:13). Evidentemente, tocamos aquí el punto tan transitado por el primer Lukács (al final, era, en su formación temprana, asiduo asistente a las reuniones dominicales con Max We- ber y su círculo en la ciudad de Heidelberg), lo que su obra de 1923 Historia y conciencia de clase nos plantea es la tensión o subsunción que el desarrollo del capitalismo configura entre objetivación y ena- jenación, al punto de que para el filósofo húngaro éstas son indistin- guibles (la objetivación es ya enajenación) Lukács está ya detectan- do las tendencias que la imposición de la racionalidad instrumental

RkJQdWJsaXNoZXIy MTA3MTQ=