El Vuelo del Fénix
103 José Guadalupe Gandarilla Salgado idioma alemán, quizá continuado con más asiduidad en idioma inglés o hasta en japonés (se sabe que el equipo de investigación japonés es de los más numerosos) y en menor proporción en las lenguas latinas, y de entre ellas la que experimentará las mayores dificultades será, sin duda, la de la edición en español, pues nos encontramos lejos de esos momentos de mayor difusión de este tipo de literatura (entre los años setentas y hasta mediados de los ochenta), en que trabajaban en simultáneo hasta tres grandes equipos de traducción, los encabeza- dos por Wenceslao Roces, Manuel Sacristán, y Pedro Scaron. De ahí que, al menos para los que se interesan por estos temas, por razones teórico-prácticas, y lo hacemos preferentemente en la lengua de Cer- vantes, hemos de partir del hecho de que el acercamiento, al menos por un buen tiempo, ha de ser emprendido con lo que actualmente está ya editado y no debe ser asumido como una labor editorial puesta en falta, o en la que pesó más el traditore que el traduttore . Desde el material con que se cuenta ya se han hecho renovadas lecturas críticas desde nuestro medio que no tuvieron que esperar a que se abriera filo- lógicamente la caja de pandora, por el contrario, inauguraron nuevos derroteros críticos. Teoría del valor y fetichismo en El Capital de Marx De la opus magnae de Marx se ha llegado a afirmar que ilustra aquello que Honoré de Balzac destacó en una parte de La comedia huma- na , justo en su relato de “La obra maestra desconocida”. El novelista francés se explaya en la difícil relación del artista (autor-productor- creador) con su trabajo, y abunda en las cuestiones que suscita la postergación indefinida, los hiatos de la indecisión humana para cul- minar su obra. Ello quizá estaría exhibiendo un cierto cariz romántico en el que- hacer de Marx, pero no derivaría del hecho de estar ante un caso de arrebato existencial atribuible al “genio melancólico”, sino de algo más profundo, que marcó a Marx desde sus escritos más tempranos. En sus juveniles reflexiones anunciaba ya su indoblegable proceder ético y ofrece revelaciones que le agigantan al guiar su vida posterior, ya como un pensador asediado por la pobreza o hasta la miseria ex- trema, como un paria más que eludió la abogacía y no pudo ingresar a los paraninfos del saber. Ante la cuestión de a qué consagrar la vida afirmará que si las condiciones permitiesen la elección, se ha de optar por una profesión/posición, “basada en ideas de cuya verdad estemos totalmente convencidos, que nos ofrezca más posibilidades de traba- jar por la humanidad y nos acerque más a la finalidad general para la que toda profesión no es más que un medio: la perfección”. La noción última aquí aludida integra nuestro aporte en una cadena de signi-
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