1917

73 deberá dirigir a toda la inmensa masa de pobres de la ciudad y del campo, el semiproletariado y los pequeños propietarios. Ya sea que la «segunda revolución» haya estallado ya en Petro- grado (he dicho que sería totalmente absurdo pensar que es posible desde el extranjero, determinar el ritmo real con que madura), que haya sido aplazada por un tiempo o haya comenzado ya en algunas regiones aisladas (de lo cual hay signos evidentes), de cualquier modo, la consigna del momento, en vísperas de la nueva revolución, durante ella o inmediatamente después de ella, debe ser organización proletaria . ¡Camaradas obreros! Han realizado ustedes prodigios de he- roísmo proletario ayer, al derrocar a la monarquía zarista. En un fu- turo más o menos cercano (quizás incluso ahora, mientras escribo estas líneas), tendrán que realizar otra vez idénticos prodigios de heroísmo para derribar el dominio de los terratenientes y los capi- talistas, que hacen la guerra imperialista. ¡No podrán lograr ustedes una victoria duradera en esta próxima y «verdadera» revolución, si no se realizan prodigios de organización proletaria! Organización, es la consigna del momento. Pero limitarse a esto equivaldría a no decir nada, porque por una parte, la organi- zación es siempre necesaria; por tanto, referirse solamente a la nece- sidad de «organizar a las masas» no explica absolutamente nada; por otra parte, quien solo se limita a ello, se convierte en cómplice de los liberales , porque lo que los liberales desean precisamente , para con- solidar su dominación, es que los obreros no traspasen los límites de sus organizaciones corrientes, «legales» (desde el punto de vista de la sociedad burguesa «normal»), es decir, que los obreros se incorporen solamente a su partido, a su sindicato, a su cooperativa, etc. Guiados por su instinto de clase, los obreros han comprendido que en un período revolucionario necesitan organizaciones no solo corrientes, sino completamente diferentes, y han emprendido con acierto el camino señalado por la experiencia de nuestra revolución de 1905 y de la Comuna de París de 1871; han creado un Soviet de Diputados Obreros, han comenzado a desarrollarlo, ampliarlo y fortalecerlo, atrayendo a él a diputados de los soldados y, sin duda alguna, a diputados de los asalariados rurales y, además (en una u otra forma) de todos los campesinos pobres.

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