1917

59 de la nación». «En el momento de despachar este telegrama, aún no se sabe —dice el corresponsal— qué resolverá el emperador cuando llegue hoy; pero una cosa es indudable. Si su majestad no accede inmediatamente a los deseos de los elementos más mo- derados entre sus fieles súbditos, la influencia que hoy ejerce el Comité Provisional de la Duma Imperial pasará íntegramente a manos de los socialistas, que quieren establecer una república, pero que son incapaces de instituir ningún tipo de gobierno de orden y que precipitarían inevitablemente el país en la anarquía en el interior y el desastre en el exterior…». ¡Qué sagacidad política, y qué claridad revela esto! ¡Qué bien comprende este inglés que piensa como los Guchkov y los Mi- liukov (si es que no los dirige) la alineación de fuerzas e intereses de clase! «Los elementos más moderados entre sus fieles súbditos», es decir, los terratenientes y capitalistas monárquicos, desean asir el poder, pues comprenden perfectamente que, de no ocurrir así, la «influencia» pasará a manos de los «socialistas». ¿Por qué los «so- cialistas» y no otro cualquiera? Porque el guchkovista inglés com- prende perfectamente que en la arena política no hay ni puede haber otra fuerza social. La revolución fue obra del proletariado. Este dio muestras de heroísmo; derramó su sangre: arrastró tras de sí a las más amplias masas de trabajadores y de pobres; exige pan, paz y li- bertad; exige una república y simpatiza con el socialismo. Pero un puñado de terratenientes y capitalistas, encabezados por los Gu- chkov y los Miliukov, quieren burlar la voluntad, o los anhelos, de la inmensa mayoría de la población, y pactar con la monarquía tamba- leante , apuntalarla, salvarla: designe a Lvov y Guchkov su majestad y nosotros estaremos con la monarquía, contra el pueblo. ¡Este es el sentido íntegro, la esencia de la política del nuevo gobierno! Pero, ¿cómo justificar el fraude, el engaño al pueblo, la burla de la voluntad de la inmensa mayoría de la población? Calumniando al pueblo, el viejo y eternamente nuevo mé- todo de la burguesía. Y el guchkovista inglés calumnia, increpa, es- cupe y masculla: ¡«anarquía en el interior, desastre en el exterior», ningún «gobierno de orden»! ¡Esto es mentira, honorable guchkovista!

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