1917
49 Pero antes de tratar esto con mayores detalles, debo volver a la parte de mi carta dedicada a un factor de primordial impor- tancia: la guerra imperialista mundial. La guerra ha eslabonado entre sí, con cadenas de hierro , a las po- tencias beligerantes, a los grupos capitalistas beligerantes, a los «amos» del sistema capitalista, a los propietarios de esclavos de la servidumbre capitalista. Un amasijo sanguinolento ; tal es la vida social y política del momento histórico actual. Los socialistas que desertaron a las filas de la burguesía cuando comenzó la guerra, todos esos David y Scheidemann en Alemania, y los Plejánov-Potrésov-Gvózdiev y compañía. En Rusia, vociferaron durante mucho tiempo contra las «ilusiones» de los revolucionarios, contra las «ilusiones» del Manifiesto de Basilea, contra la «quimera» de transformar la guerra imperialista en guerra civil. Cantaron loas en todos los tonos a la fuerza, a la tenacidad y a la capacidad de adaptación supuestamente revelada por el capita- lismo; ¡ ellos , que ayudaron a los capitalistas a «adaptar», domesticar, engañar y dividir a la clase obrera de los distintos países! Pero «quien ríe último ríe mejor». La burguesía no consi- guió aplazar por largo tiempo la crisis revolucionaria engendrada por la guerra. Esta crisis se agrava con una fuerza irresistible en todos los países, empezando por Alemania, la cual, según un observador que visitó ese país recientemente, sufre de un «hambre genialmente organi- zada», y terminando con Inglaterra y Francia, donde el hambre también asoma, pero donde la organización es mucho menos «genial». Era natural que la crisis revolucionaria estallara en primer lugar en la Rusia zarista, donde la desorganización era en extremo aterradora y el proletariado en extremo revolucionario (no en virtud de las cualidades especiales, sino debido a las tradiciones, aún vivas, de 1905). Esta crisis se precipitó por la serie de durísimas derrotas sufridas por Rusia y sus aliados. Las derrotas sacudieron todo el viejo mecanismo gubernamental y todo el viejo orden de cosas, y despertaron la cólera de todas las clases de la población contra ellos; exasperaron al ejército, liquidaron una gran parte del antiguo comando, compuesto por aristócratas reaccionarios y por burócratas extraordinariamente corrompidos y fueron remplazados
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