1917
34 A fin de proporcionarles un cuadro concreto de los aconte- cimientos en su punto culminante, me permitirán que les lea un pequeño episodio de esta insurrección de la Flota del Mar Negro: Se celebraban reuniones de obreros y marinos revolucionarios, que eran cada vez más frecuentes. Como a los militares les estaba pro- hibido asistir a los mítines obreros, masas de obreros comenzaron a frecuentar los mítines militares. Se reunían miles de personas. La idea de actuar conjuntamente tuvo un vivo eco. En las compañías más conscientes se eligieron delegados. El mando militar decidió entonces tomar medidas. Los in- tentos de algunos oficiales de pronunciar en los mítines discursos ‘patrióticos’ daban los resultados más deplorables: los marinos, acostumbrados a la controversia, ponían en vergonzosa fuga a sus jefes. En vista de tales fracasos, se decidió prohibir toda clase de mítines. El 24 de noviembre de 1905, por la mañana, junto a las puertas de los cuarteles de la Marina montó guardia una com- pañía de línea con armamento y dotación de campaña. El con- tralmirante Pisarevski ordenó en voz alta: ‘¡Que nadie salga de los cuarteles! En caso de desobediencia, abrid fuego’. De la compañía que acababa de recibir esta orden se destacó el marinero Petrov, cargó su fusil a los ojos de todos y mató de un disparo al teniente primero Stein, del regimiento de Bielostok, hiriendo del segundo disparo al contralmirante Pisarevski. Se oyó la voz de mando de un oficial: ‘¡Arréstenlo!’ Nadie se movió del sitio. Petrov arrojó su fusil al suelo. ‘¿Qué hacen ahí? ¡Deténganme!’ Fue arrestado. Los marineros, que afluían de todas partes, exigieron en forma ruidosa que fuera puesto en libertad, manifestando que respondían por él. La efervescencia llegó a su apogeo. —Petrov, ¿no es cierto que el disparo se ha producido casual- mente? -preguntó un oficial, buscando salida a la situación-. —¿Por qué casualmente? He salido de filas, he cargado el fusil y he apuntado, ¿qué tiene eso de casual? —Los marineros exigen tu libertad… Y Petrov fue puesto en libertad. Pero los marineros no se detu- vieron ahí: arrestaron a todos los oficiales de guardia, los desarmaron y los condujeron a las oficinas… Los delegados de los marineros —unos cuarenta— deliberaron durante toda la noche, decidiendo
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