1917
31 Cuando los señores burgueses y los socialistas reformistas, que les hacen coro sin sentido crítico, hablan con tanta petulancia de la «educación» de las masas, de ordinario entienden por educa- ción algo escolar y formalista, algo que desmoraliza a las masas y les inocula los prejuicios burgueses. La verdadera educación de las masas no puede ir nunca se- parada de la lucha política independiente, y sobre todo, de la lucha revolucionaria de las propias masas. Solo la lucha educa a la clase explotada, solo la lucha le descubre la magnitud de su fuerza, am- plía sus horizontes, eleva su capacidad, aclara su inteligencia y forja su voluntad. Por eso, incluso los reaccionarios han tenido que reco- nocer que el año 1905, año de lucha, «año de locura», enterró para siempre la Rusia patriarcal. Examinemos más de cerca la proporción de obreros metalúr- gicos y textiles durante las luchas huelguísticas de 1905 en Rusia. Los metalúrgicos son los proletarios mejor retribuidos, los más conscientes y más cultos. Los obreros textiles, cuyo número, en la Rusia de 1905, sobrepasaba en más de 150% el de los metalúr- gicos, representan a las masas más atrasadas y peor retribuidas, a unas masas que con frecuencia no han roto aún definitivamente sus vínculos familiares con el campo. Y a este respecto nos encon- tramos con esta importantísima circunstancia. Las huelgas sostenidas por los metalúrgicos durante todo el año 1905 nos dan un mayor número de acciones políticas que eco- nómicas, aunque ese predominio dista mucho de ser tan grande a principios como a finales de año. Al contrario, entre los obreros tex- tiles observamos a comienzos de 1905 un formidable predominio de las huelgas económicas, que tan solo a fines de año pasa a ser pre- dominio de las huelgas políticas. De ahí se deduce con toda claridad que solo la lucha económica, que solo la lucha por un mejoramiento directo e inmediato de su situación es capaz de poner en movimiento a las capas más atrasadas de las masas explotadas, de educarlas verda- deramente y de convertirlas —en una época de revolución—, en el curso de pocos meses, en un ejército de luchadores políticos. Cierto, para eso era necesario que el destacamento de van- guardia de los obreros no entendiera por lucha de clases emprendida
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