1917

21 1917 es la continuación de la política imperialista de 1898-1914, si no de un período todavía anterior. Ni los pacifistas burgueses, ni los socialistas pacifistas comprenden que sin el derrocamiento revolucio- nario de los gobiernos burgueses, la paz solo puede ser ahora una paz imperialista, una continuación de la guerra imperialista. Al valorar la guerra actual, ellos emplean frases adocenadas, vulgares y sin sentido sobre la agresión o la defensa en general, y emplean los mismos lugares comunes filisteos al valorar la paz, olvi- dando la situación histórica concreta, la realidad concreta de la lucha entre las potencias imperialistas. Y es completamente natural que los socialchovinistas, esos agentes de los gobiernos y de la burguesía dentro de los partidos obreros, aprovechen la proximidad de la paz en particular, o inclusive las meras conversaciones de paz, para dis- frazar la profundidad de su reformismo y su oportunismo desenmas- carado por la guerra, y restablecer así su quebrantada influencia sobre las masas. De ahí que los socialchovinistas de Alemania y de Francia, como hemos visto, empeñen esfuerzos denodados por «unirse» con el sector pacifista, vacilante y sin principios de la «oposición». También en el grupo zimmerwaldiano se harán, con toda se- guridad, tentativas de velar la diferencia entre las dos líneas políticas irreconciliables. Se puede prever que las tentativas de este género se- guirán dos direcciones. Una conciliación «utilitaria», combinando mecánicamente sonoras frases revolucionarias (tales como las del Manifiesto de la Comisión Socialista Internacional) con una práctica pacifista y oportunista. Así sucedió en la II Internacional. Las frases ultrarrevolucionarias de los manifiestos de Huysmans y Vandervelde y de algunas resoluciones de los congresos solo sirvieron de pantalla para ocultar la práctica archioportunista de la mayoría de los partidos europeos, pero no modificaron, ni desbarataron, ni combatieron esa práctica. Es dudoso que esa táctica pueda prosperar de nuevo en el grupo zimmerwaldiano. Los «conciliadores de principios» intentarán falsificar el mar- xismo diciendo, por ejemplo, que las reformas no excluyen la revo- lución; que una paz imperialista, con determinadas «mejoras» en las fronteras nacionales, en el derecho internacional, o en los gastos

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