1917
        
 373 a limitar sus posibilidades, a someterlos a una contabilidad y a un control rigurosos, vale mucho más que una docena de admirables disertaciones sobre el socialismo, porque «la teoría es gris, amigo mío, pero el árbol de la vida es eternamente verde». Hay que organizar la emulación entre los organizadores prácticos obreros y campesinos. Hay que combatir toda tendencia a crear formas estereotipadas y a establecer la uniformidad desde arriba, a lo que son tan aficionados los intelectuales. Las formas estereotipadas y la uniformidad establecidas desde arriba no tienen nada que ver con el centralismo democrático y socialista. La unidad en los problemas fundamentales, cardinales, esenciales, lejos de verse perjudicada, está asegurada por la variedad en los detalles, en las par- ticularidades locales, en las formas de abordar la práctica, en los modos de aplicación del control, en los métodos para exterminar a los parásitos (los ricos y los pillos, los haraganes y los intelectuales histéricos, etc.) y de hacerlos inofensivos. La Comuna de París nos ha ofrecido un magnífico ejemplo de iniciativa, de independencia, de libertad de movimiento, de des- pliegue de energías desde abajo, todo ello combinado con un cen- tralismo voluntario alejado de las formas estereotipadas. Nuestros soviets siguen el mismo camino, pero son «tímidos» todavía, no han desplegado aún todas sus fuerzas, todavía no se han «lanzado a fondo» a su nuevo y gigantesco trabajo creador de un orden socia- lista. Es necesario que los Soviets pongan manos a la obra con más audacia e iniciativa. Es preciso que cada «comuna» —cada fábrica, cada aldea, cada sociedad de consumo, cada comité de abasteci- miento— se lance a la emulación con los otros, en calidad de orga- nizadores prácticos de la contabilidad y del control del trabajo y de la distribución de los productos. El programa de esa contabilidad y de ese control es sencillo, claro e inteligible para todos: que todo el mundo tenga pan, que todo el mundo use buen calzado y buenas ropas, tenga una vivienda abrigada, trabaje concienzudamente y que ni un solo pillo (incluidos cuantos huyen del trabajo) se pasee en libertad, en lugar de estar en la cárcel u obligado a los trabajos forzados más duros; que ningún rico, que contravenga las reglas y leyes del socialismo, pueda escapar a la suerte de los pillos, suerte
        
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