1917

372 condición y menos aún de sus malas intenciones, sino de todos los há- bitos de su vida, de las condiciones de su trabajo, como resultado de su fatiga, del divorcio anormal que existe entre el trabajo intelectual y el trabajo manual, etc. Entre los errores, las deficiencias y los pasos en falso de nuestra revolución, representan un importante papel los errores nacidos de estas tristes particularidades —inevitables en este mo- mento— de los intelectuales de nuestros medios y de la falta de un control suficiente de los obreros sobre el trabajo de organización de los intelectuales. Los obreros y los campesinos son todavía «tímidos»; pero deben deshacerse de su timidez y se desharán de ella sin duda al- guna . No es posible prescindir de los consejos, de las directivas de las personas instruidas, de los intelectuales, de los especialistas. Todo obrero, todo campesino que tenga un poco de sentido lo comprende perfectamente, y los intelectuales de nuestros medios no pueden quejarse de falta de atención y de estimación fraternal por parte de los obreros y de los campesinos. Pero el consejo y la directiva son una cosa, y otra la organización práctica de la contabilidad y del control. Los intelectuales dan con frecuencia admirables con- sejos y directrices, pero se revelan, en un grado ridículo, absurdo y bochornoso, «inútiles», incapaces de aplicar esos consejos y direc- trices, incapaces de ejercer un control práctico , para que la palabra se transforme en acción. Y en esto es donde no hay ninguna posibilidad de prescindir de la ayuda y del papel dirigente de los organizadores prácticos sa- lidos del «pueblo», obreros y campesinos trabajadores. «No son los dioses los que cuecen los pucheros». Esta es una verdad que los obreros y los campesinos han de tener muy presente. Deben com- prender que hoy todo radica en la práctica , que ha llegado preci- samente el momento histórico en que la teoría se transforma en práctica, se vivifica por la práctica, se corrige por la práctica, se comprueba por la práctica, y en que son particularmente exactas las palabras de Marx de que «cada paso de movimiento real vale más que una docena de programas»; toda acción que tiende práctica- mente a parar los pies de un modo efectivo a los ricos y a los pillos,

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