1917
364 de la vida, en la escuela de la lucha, y no en la escuela de las exhorta- ciones y los sermones, no en la escuela de las prédicas dulzarronas y de las declamaciones conceptuosas. Para convertirse en clase domi- nante y vencer definitivamente a la burguesía, el proletariado debe aprender eso, pues no tiene dónde encontrar en el acto esa capacidad. Y hay que aprender en la lucha. Y enseña solo la lucha seria, tenaz y encarnizada. Cuanto más extrema sea la resistencia de los explota- dores, tanto más enérgica, firme, implacable y eficaz será su represión por los explotados. Cuanto más variados sean las tentativas y los es- fuerzos de los explotadores por mantener lo viejo, con tanta mayor rapidez aprenderá el proletariado a expulsar a sus enemigos de clase de sus últimos escondrijos, a arrancar raíces de su dominación y a liquidar el terreno mismo en que podían (y debían) crecer la escla- vitud asalariada, la miseria de las masas, el lucro y la insolencia de los ricos. A medida que aumenta la resistencia de la burguesía y de sus paniagudos crece también la fuerza del proletariado y del cam- pesinado, que se une a él. Los explotados se fortalecen, maduran, crecen y aprenden, se despiden del Adán bíblico de la esclavitud asalariada a medida que aumenta la resistencia de sus enemigos: los explotadores. La victoria será de los explotados, pues tienen a su lado la vida, la fuerza del número, la fuerza de las masas, la fuerza de los veneros inagotables de todo lo abnegado, ideológico y ho- nesto que pugna por avanzar y despierta para edificar lo nuevo; los veneros de toda la reserva gigantesca de energía y de talento del llamado «vulgo», de los obreros y de los campesinos. La victoria será suya.
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