1917

12 que en política no son las intenciones lo que cuenta, sino los actos, no las buenas intenciones, sino los hechos, no lo imaginario, sino lo real? Admitamos que Turati no haya querido justificar la guerra, que Kautsky no haya querido justificar que Alemania hiciera de Turquía un país vasallo del imperialismo alemán. Pero el hecho sigue siendo que estos dos bondadosos pacifistas ¡justificaron la guerra! Este es el fondo del asunto. Si Kautsky hubiera declarado que «Constantinopla no debe pasar a poder de Rusia, Turquía no debe ser un Estado vasallo de nadie», no en una revista, tan aburrida que nadie la lee, sino en el Parlamento, ante un público burgués vivaz, impresionable, de tempe- ramento meridional, no habría sido sorprendente que los ingeniosos burgueses exclamaran: «¡Magnifico! ¡Bien dicho! ¡Viva Kautsky!». Lo quisiera o no, deliberadamente o no, lo cierto es que ex- puso el punto de vista de un comisionista burgués al proponer un arreglo amistoso entre los piratas imperialistas. La «liberación» de las regiones italianas pertenecientes a Austria sería, en la práctica , una recompensa disimulada a la burguesía italiana por su participación en la guerra imperialista de una gigantesca coalición imperialista. Sería una migaja que se sumaría al reparto de colonias en África, y zonas de influencia en Dalmacia y Albania. Es natural, quizá, que el reformista Turati adopte un punto de vista burgués, pero Kautsky en realidad no se diferencia absolutamente en nada de Turati. Para no embellecer la guerra imperialista y no ayudar a la bur- guesía a hacerla pasar falsamente por una guerra nacional, por una guerra de liberación de los pueblos, para no deslizarse a la posición del reformismo burgués, hay que hablar, no con el lenguaje de Kautsky y Turati, sino con el lenguaje de Karl Liebknecht: decir a la propia burguesía que es hipócrita cuando habla de liberación nacional, que esta guerra no puede terminar en una paz democrática, a no ser que el proletariado «vuelva sus armas» contra sus propios gobiernos. Esta es la única posición posible de un verdadero marxista, de un verdadero socialista y no de un reformista burgués. No trabajan realmente en beneficio de una paz democrática aquellos que repitan los bondadosos y generales deseos del pacifismo, que nada dicen y a nada obligan. Solo trabaja para esa paz quien desenmascara el ca- rácter imperialista de la guerra actual y de la paz imperialista que se

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