1917

308 Entonces, la mayoría de los obreros conscientes no se habían planteado en modo alguno el problema del combate final y deci- sivo; no hay un solo organismo colegiado del partido en general que planteara este problema. Y entre la masa poco consciente y muy amplia no había ni reconcentración ni decisión originada por la desesperación, sino precisamente excitación espontánea y la in- genua esperanza de «influir» en los Kerenski y en la burguesía con una simple «acción», con una simple manifestación. Lo que hace falta para la insurrección no es eso, sino la de- cisión clara, firme e inflexible de los hombres conscientes de batirse hasta el fin. Esto por una parte. Y por otra, es necesario un estado de reconcentración y desesperación de las grandes masas, las cuales sienten que hoy no se puede salvar nada con semimedidas, que no se puede «influir» de ninguna manera, que los hambrientos «des- truirán todo, arrasarán todo, incluso al estilo anarquista» si los bol- cheviques no saben dirigirlos en el combate decisivo. En realidad, el desarrollo de la revolución ha conducido, tanto a los obreros como a los campesinos, justamente a esta con- jugación de la atención concentrada de los hombres conscientes, enseñada por la experiencia, y del espíritu de odio, rayano en la desesperación, de las grandes masas a los patronos que declaran loc- kouts; y a los capitalistas. Precisamente sobre esta base es comprensible también el «éxito» de los canallas de la prensa ultrarreaccionaria que se disfrazan de bolchevismo. Siempre ha ocurrido que los ultrarreaccionarios se refocilasen al ver que se acercaba el combate decisivo entre la bur- guesía y el proletariado. Esto se ha observado en todas las revolu- ciones, sin excepción alguna, y es absolutamente inevitable. Y si nos dejamos intimidar por esta circunstancia, tendremos que renunciar no solo a la insurrección, sino también a la revolución proletaria en general. Porque en la sociedad capitalista es imposible un desarrollo de esta revolución que no vaya acompañado del maligno regocijo de los ultrarreaccionarios en sus esperanzas de sacar partido. Los obreros conscientes saben muy bien que los ultrarreac- cionarios y la burguesía actúan en acuerdo; que la victoria decisiva de los obreros (en la que los pequeñoburgueses no creen, que los

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