1917

96 Pero cierta clase de opositores exponen mis puntos de vista ¡como un llamamiento a la «guerra civil en el seno de la democracia revolucionaria»! He atacado al Gobierno provisional por no señalar un plazo, ni próximo ni remoto, para la convocatoria de la Asamblea Cons- tituyente y limitarse a simples promesas. Y he demostrado que sin los Soviets de Diputados Obreros y Soldados no está garantizada la convocatoria de la Asamblea Constituyente ni es posible su éxito. ¡Y se me imputa que soy contrario a la convocatoria inme- diata de la Asamblea Constituyente! Calificaría todo eso de expresiones «delirantes» si decenas de años de lucha política no me hubiesen enseñado a considerar una rara excepción la buena fe de los opositores. En su periódico, el señor Plejánov ha calificado mi discurso de «delirante». ¡Muy bien, señor Plejánov! Pero fíjese cuán torpón, inhábil y poco perspicaz es usted en su polémica. Si me pasé dos horas delirando, ¿por qué aguantaron cientos de oyentes ese «de- lirio»? ¿Y para qué dedica su periódico toda una columna a reseñar un «delirio»? Mal liga eso, Señor Plejánov, muy mal. Es mucho más fácil, naturalmente, gritar, insultar y vociferar que intentar exponer, explicar y recordar cómo enjuiciaban Marx y Engels en 1871, 1872 y 1875 las experiencias de la Comuna de París y qué decían acerca del tipo de Estado que necesita el proletariado. Por lo visto, el ex marxista señor Plejánov no desea recordar el marxismo. He citado las palabras de Rosa Luxemburgo, que el 4 de agosto de 1914 denominó a la socialdemocracia alemana «cadáver maloliente». Y los señores Plejánov, Goldenberg y Compañía se sienten «ofendidos»… ¿en nombre de quién? ¡En nombre de los chovinistas alemanes , calificados de chovinistas! Los pobres socialchovinistas rusos, socialistas de palabra y chovinistas de hecho, se han armado un lío. V. I. Lenin

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