1917

80 el zar y la aristocracia no queden desocupados y den refugio a los que no tienen hogar y a los indigentes? ¿Quién puede aplicar estas medidas excepto la milicia popular, en la que las mujeres deben participar al igual que los hombres? Esas medidas aún no constituyen el socialismo. Atañen a la regulación del consumo, y no a la reorganización de la produc- ción. No significarían aún la «dictadura del proletariado», sino so- lamente la «dictadura democrática revolucionaria del proletariado y del campesinado pobre». No se trata de hacer una clasificación teórica. Cometeríamos un grave error si quisiéramos meter por la fuerza los objetivos de la revolución, complejos, apremiantes y en rápido desarrollo, en el lecho de Procusto de una «teoría» estrecha- mente concebida, en lugar de considerar la teoría ante todo y sobre todo como una guía para la acción . ¿Posee la masa de los obreros rusos suficiente conciencia de clase, firmeza y heroísmo para realizar «prodigios de organización proletaria» después de haber realizado, en la lucha revolucionaria directa, prodigios de audacia, de iniciativa y de espíritu de sacri- ficio? Esto no lo sabemos, y sería ocioso entregarse a conjeturas, pues solo la práctica puede dar respuesta a semejantes cuestiones. Lo que sí sabemos con certeza, y lo que nosotros, como par- tido, debemos explicar a las masas es, por una parte, que la enorme potencia de la locomotora de la historia está engendrando una crisis sin precedentes, el hambre y calamidades incalculables. Esa loco- motora es la guerra, hecha por los capitalistas de ambas coaliciones beligerantes con fines de rapiña. Esa «locomotora» ha conducido al borde de la ruina a muchas naciones de las más ricas, más libres y más cultas. Obliga a los pueblos a poner en tensión, hasta el límite, todas sus energías, colocándolos en una situación insoportable, po- niendo a la orden del día, no la aplicación de ciertas «teorías» (una ilusión contra la cual Marx previno siempre a los socialistas), sino la aplicación de las medidas prácticas más extremas, porque sin me- didas extremas, a millones de seres les espera la muerte, la muerte inmediata y cierta por hambre. No es necesario demostrar que el entusiasmo revolucionario de la clase avanzada puede mucho cuando la situación objetiva exige

RkJQdWJsaXNoZXIy MTA3MTQ=