1917

76 tomar directamente en sus propias manos los organismos del poder del Estado y puedan ellos mismos establecer esos organismos del poder del Estado. Los obreros de Rusia emprendieron ya ese camino en la pri- mera etapa de la primera revolución, en febrero-marzo de 1917. Ahora todo estriba en comprender claramente cuál es este nuevo camino, en seguir adelante por él, con firmeza y perseverancia. Los capitalistas anglo-franceses y rusos «solo» querían alejar a Nicolás II, o solo «asustarlo», y dejar intacta la vieja maquinaria del Estado, la policía, el ejército y la burocracia. Los obreros fueron más lejos y la destruyeron. Y ahora no solo los capitalistas anglo-franceses, sino también los alemanes, braman con furia y espanto al ver, por ejemplo, que los soldados rusos fusilan a sus oficiales, como en el caso del almirante Nepenin, ese partidario de Guchkov y de Miliukov. He dicho que los obreros han destruido la vieja maquinaria del Estado. Más correcto sería decir: han comenzado a destruirla. Tomemos un ejemplo concreto. En Petrogrado y en muchos otros lugares la policía en parte ha sido liquidada y en parte dispersada. El gobierno Guchkov-Mi- liukov no puede restaurar la monarquía ni, en general, conservar el poder sin restablecer antes la fuerza policial como una organización especial de hombres armados a las órdenes de la burguesía, sepa- rada del pueblo y en contra de él. Esto es claro como el día. Por otra parte, el nuevo gobierno se ve obligado a tener en cuenta al pueblo revolucionario, a alimentarlo con concesiones a medias y con promesas, a ganar tiempo. Por ello recurre a medidas a medias: organiza una «milicia popular» con oficiales designados por elección (¡esto suena terriblemente respetable, terriblemente democrático, revolucionario y hermoso!), pero … pero en primer lugar, pone esta milicia bajo el control de los zemstvos 24 y las mu- nicipalidades, es decir, ¡a las órdenes de los terratenientes y de los 24 Fue una forma de gobierno local creada por el zar Alejandro II en el año 1864. El poder recaía en manos de los nobles, quienes conformaban la mayoría de sus miembros [N. del E.].

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